Durante décadas es bien sabido que las condiciones en las cárceles de máxima seguridad de Cuba son terribles. Estas condiciones no han hecho más que empeorar en los últimos años, , pues el país entero está hundido en una crisis económica y de infraestructura, agravada por la escasez de alimentos y medicamentos en toda la isla, aunado a los repetidos fallos de la red eléctrica de la nación, a veces durante días.
Desde 1989, el gobierno cubano ha negado el acceso al Comité Internacional de la Cruz Roja para supervisar o evaluar las condiciones carcelarias. Los presos se encuentran recluidos en condiciones insalubres, a veces de hacinamiento, en celdas infestadas de mosquitos y chinches. La comida que se les sirve es insípida, plagada de insectos y gusanos, y de bajo valor nutritivo. A pesar de la proliferación de enfermedades, como la tuberculosis, el dengue y los brotes de disentería, en las instalaciones penitenciarias, la atención médica es insuficiente, o incluso nula.
Durante los calurosos y húmedos meses de verano, las temperaturas dentro de las celdas pueden alcanzar niveles peligrosos. Numerosos ex presos políticos han declarado a CSW que el agua a la que tenían acceso, tanto para beber como para su higiene personal, estaba extremadamente limitada, además de turbia o sucia.
Los reclusos son sometidos regularmente a tratos traumáticos que alcanzan el umbral para ser considerados tortura; por ejemplo, mantenerlos en celdas con luces brillantes encendidas permanentemente o recluirlos en régimen de aislamiento en celdas de castigo, con ventilación limitada y sin luz alguna.
El abuso verbal y físico por parte de los funcionarios penitenciarios no solo se tolera, sino que se fomenta. Un informe de Human Rights Watch de julio de 2025, basado en entrevistas con reclusos liberados recientes o temporalmente, reveló que los reclusos eran sometidos con frecuencia a palizas y otras formas de tortura, incluyendo posturas de estrés como la “bicicleta” (también conocida como “carretilla”), en la que se obliga a los reclusos a correr, esposados, con los brazos en alto.
La libertad de religión o creencias como un privilegio
El sistema penitenciario está gestionado por el Ministerio del Interior (MININT), responsable también del Departamento de Seguridad del Estado (DSE), el aparato de inteligencia y vigilancia interna del país. La gran mayoría de las violaciones de la libertad de religión o creencias (LdRC) documentadas por CSW durante la última década, involucran a agentes del DSE que vigilan, acosan y amenazan rutinariamente a líderes religiosos.
Los funcionarios del MININT son expertos en cómo ejercer presión psicológica sobre las personas de la manera más eficaz y conocen perfectamente el papel que la espiritualidad puede desempeñar en la salud mental de una persona. No debería sorprender, por tanto, que las violaciones de la LdRC se produzcan de forma repetitiva y regular en todo el sistema penitenciario cubano, en contravención al derecho internacional.
Las Reglas Nelson Mandela (o Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos), internacionalmente aceptadas –incluyendo a Cuba-, establecen claramente que la libertad de religión o creencias debe considerarse un derecho humano fundamental y tratarse como tal, incluso dentro de la prisión. Por el contrario, y en violación de estas reglas, el MININT históricamente ha tratado la libertad de religión o creencias como un privilegio que puede ser restringido o eliminado por las autoridades como castigo, o de forma totalmente arbitraria.
Cinco años después de la detención de 75 activistas de la sociedad civil en la «Primavera Negra» cubana de 2003, CSW realizó una encuesta a las familias de presos políticos para evaluar y comprender mejor las experiencias de los presos con la libertad de religión o creencias. El informe posterior concluyó que, para los presos políticos, el derecho a la libertad de religión o creencias simplemente no existía. No se les permitía poseer literatura religiosa, incluidas Biblias, para practicar su religión en comunión con otras personas que compartían su fe y, en su mayoría, se les negaba sistemáticamente el derecho a recibir visitas religiosas. De hecho, en ese momento, Cuba no contaba con ningún mecanismo establecido que permitiera algún tipo de ministerio penitenciario regulado, para personas de cualquier religión o creencia.
Unos años después de la publicación del informe, el gobierno cubano anunció la creación de un nuevo proceso de licencias para quienes desearan ejercer el ministerio penitenciario. Este era imperfecto. Solo los líderes religiosos que pertenecían a grupos religiosos legalmente reconocidos podían obtener un permiso para ejercer el ministerio penitenciario, excluyendo a grupos como el Movimiento Apostólico. Además, dado que estaba dirigido por un pastor miembro del Consejo Cubano de Iglesias, el proceso se enmarcaba en el ministerio cristiano, excluyendo, por ejemplo, a los seguidores de religiones afrocubanas, que se cree practican en cierta medida alrededor del 70% de la población cubana. Sin embargo, se dió un paso en la dirección correcta, y en los años posteriores, los presos informaron que podían recibir visitas religiosas y conservar material religioso.
Avances eliminados
La situación empezó a cambiar a finales de la década de 2010, cuando el gobierno recurrió cada vez más a tácticas de mano dura para reprimir la actividad disidente. Esto se intensificó con la formación del Movimiento San Isidro en 2018, que reunió a académicos, periodistas y artistas de todo tipo que protestaban contra el Decreto 349, que exigía la autorización del Estado antes de realizar cualquier actividad artística. La propagación de las graves dificultades económicas durante la pandemia mundial, provocó un malestar social generalizado que culminó en manifestaciones pacíficas espontáneas en toda la isla el 11 de julio de 2021.
La represión fue inmediata, dura y violenta. Los manifestantes fueron golpeados y detenidos. Algunos fueron liberados, pero muchos fueron acusados de diversos delitos, sometidos a juicios sumarios meses después y condenados a penas que oscilaban entre unos pocos y 30 años de prisión. La ya inflada población carcelaria aumentó hasta dar a Cuba, en 2025, una de las tasas más altas de presos per cápita del mundo, con un estimado de 794 presos por cada 100.000 habitantes.
Al mismo tiempo, CSW comenzó a recibir informes que indicaban que cualquier avance logrado en la protección de los derechos de libertad religiosa en las cárceles cubanas durante la década anterior, se estaba eliminando rápidamente. Los presos ya no podían recibir ni conservar material religioso. Algunos familiares de presos políticos denunciaron cómo los funcionarios penitenciarios los ridiculizaban y humillaban públicamente de forma rutinaria debido a sus creencias religiosas.
Se hizo evidente un punto crítico en torno al derecho a recibir visitas religiosas. Los presos políticos que presentaron solicitudes formales de visitas religiosas fueron denegados. Sin embargo, el gobierno fue más allá, acosando y amenazando a familiares de presos políticos, así como a líderes religiosos que defendían sus derechos religiosos.
Dado el aumento y la consistencia en los detalles de estos informes provenientes de todo el país y de diferentes grupos religiosos, CSW decidió revisar el tema. Con la financiación de CSW USA, los documentalistas sobre el terreno pudieron entrevistar a 181 presos. A diferencia del informe de 2008, esta vez el estudio incluyó no solo a presos políticos, sino también a condenados por delitos comunes. Cabe destacar que algunos participantes afirmaron que, si bien habían sido acusados de delitos comunes, creían que el motivo de su encarcelamiento era político. Además, varios de los “delincuentes comunes” entrevistados, están cumpliendo condenas por haber sacrificado su propio ganado, en un caso un pollo, para comer, sin obtener primero permiso del gobierno, un delito que, desde el 2023, conlleva a una pena de prisión de tres a ocho años.
Violaciones institucionalizadas
Los hallazgos fueron contundentes. Tanto los presos políticos como los comunes sufren violaciones sistemáticas y graves de las Reglas Nelson Mandela. Generalmente, no se permite la posesión de material religioso, incluida una Biblia. Tampoco se permite reunirse con personas de la misma fe con fines religiosos dentro de la prisión. A la mayoría, incluyendo a muchos que habían presentado múltiples solicitudes formales, se les había denegado el derecho a recibir visitas de un líder de su religión, o de cualquier otra solicitud. Curiosamente, no se hizo distinción entre presos políticos y comunes en cuanto a quiénes experimentaron este tipo de violaciones, y en algunas zonas, los presos comunes sufrieron una violación más generalizada de su libertad de religión que sus homólogos políticos.
Se observaron dos consistencias preocupantes en la experiencia de todos los participantes. En primer lugar, a los presos no se les permite usar prendas de vestir exigidas por su religión. Esto afecta negativamente a los miembros de diversos grupos religiosos, incluyendo a quienes practican sistemas de creencias afrocubanos que incluyen el uso de artículos como collares, pulseras y amuletos.
En segundo lugar, todos los presos informaron que son objeto de burlas constantes por parte de los funcionarios penitenciarios, y muchos señalaron las advertencias de los guardias de que creer en un poder divino es absurdo dentro de la prisión, donde los funcionarios ostentan la autoridad suprema. Se informó que los funcionarios penitenciarios decían cosas como: “Nunca saldrás de aquí si sigues creyendo en Dios”, “Olvídate de Dios, Dios no existe”, “Deja que Dios te saque de aquí”, “Saldrás de aquí cuando Dios baje a la tierra”, “Deja que Dios te ayude”, “El único Dios aquí soy yo” y “Pase lo que pase, aquí yo soy Dios”.
A pesar de los esfuerzos del MININT, muchos de quienes padecen condiciones horrendas en los sistemas penitenciarios cubanos, han encontrado maneras de mantener sus creencias religiosas, a pesar de los intentos institucionalizados de destruirlas. Un practicante religioso afrocubano declaró a CSW que tiene fe en que “Él me dé la fuerza para seguir adelante; creo primero en Él, luego en mis Orishas, y sé que Él me ayudará”. Otro preso cristiano compartió: «Dios es quien guía mi camino, por eso espero pacientemente a que él determine qué cosas nuevas debo afrontar, pero estoy seguro de que pronto todo esto cambiará. Dios, confío en ti».
Escrito por Anna Lee Stangl, Directora de Incidencia Política y Líder del Equipo para las Américas de CSW