Después de diez años del secuestro de las niñas de Chibok, el gobierno nigeriano debe por fin proteger a las comunidades vulnerables  

El mes pasado, 137 familias de Kuriga, en el estado de Kaduna, Nigeria, dieron un suspiro colectivo de alivio cuando sus hijos e hijas regresaron a casa después de más de dos semanas de cautiverio terrorista. 

Los niños fueron secuestrados en su escuela el 7 de marzo, cuando asaltantes armados invadieron el plantel justo cuando las clases estaban a punto de comenzar. La escuela informó que se llevaron a 287 estudiantes; sin embargo, el gobernador del estado de Kaduna, Uba Sani, ha intentado desde entonces descartar la cifra como “producto de la imaginación de alguien”, a pesar de que inicialmente él mismo citó la misma cifra. 

De esto surgen algunas preguntas: ¿qué se está haciendo para confirmar que todos los estudiantes han sido efectivamente liberados? ¿Qué pasa con los miles de personas que han sido secuestradas por grupos terroristas en los últimos años? Y, por último, ¿cómo es posible que esto siga sucediendo una década después de que los secuestros masivos en Nigeria aparecieran por primera vez en la agenda internacional?  

Un ataque que conmocionó al mundo 

La tarde del 14 de abril de 2014, hombres armados de Boko Haram invadieron la ciudad predominantemente cristiana de Chibok, en el área de gobierno local (LGA) de Gwoza, en el estado de Borno, incendiaron casas y edificios públicos y saquearon alimentos antes de secuestrar a 276 estudiantes de la Escuela Secundaria Pública Femenina (GGSS  por sus siglas en inglés). La mayoría de estos secuestrados – 217 – eran miembros de la Ekklesiyar Yan’uwa a Nigeria (EYN, Iglesia de los Hermanos en Nigeria). 

Las niñas tenían entre 16 y 18 años en ese momento y fueron tomadas cuando estaban a punto de presentarse para el certificado del Consejo Examinador de África Occidental (WAEC). La escuela en la que se alojaban estuvo cerrada cuatro semanas antes del ataque por el deterioro de las condiciones de seguridad. 

El secuestro fue el primer secuestro masivo en Nigeria que captó la atención internacional sostenida, el cual sigue siendo considerado el más infame. Se realizaron protestas exigiendo más acción gubernamental en ciudades del país y, posteriormente, en todo el mundo, mientras el hashtag #BringBackOurGirls era tendencia mundial en Twitter y otros lugares. 

El 7 de mayo de 2014 se sumó a la campaña la entonces Primera Dama de Estados Unidos, Michelle Obama, twitteando  una foto de ella sosteniendo un cartel con el hashtag #BringBackOurGirls, y días después al dar el discurso presidencial semanal  su marido, expresó su indignación por los secuestros y prometió que el gobierno estadounidense estaba haciendo “todo lo posible para apoyar los esfuerzos del gobierno nigeriano para encontrar a estas niñas y traerlas a casa”. 

Los gobiernos de Canadá, China, Francia, Israel y el Reino Unido prometieron una asistencia similar, según el Consejo de Seguridad de la ONU condenaron el secuestro “en los términos más enérgicos”, y en julio de 2014 el Parlamento Europeo pasó una resolución que pide la “liberación inmediata e incondicional de las escolares secuestradas”.  

Tres gobiernos nigerianos sucesivos han afirmado que harán todo lo que esté a su alcance para garantizar que todas las niñas –ahora mujeres– sean rescatadas y devueltas a sus familias. Sin embargo, hasta ahora, ninguno de ellos ha cumplido esta promesa. 

Las campañas de la sociedad civil han continuado y, si bien varias niñas han sido liberadas tras negociaciones, pagos y presuntos intercambios de prisioneros, y muchas otras han escapado (a menudo con niños nacidos en cautiverio), 87 siguen en paradero desconocido. 

Particularmente alarmantes son las continuas cuestiones de complicidad del gobierno en torno, entre otros, al actual vicepresidente nigeriano Kashim Shettima, quien era gobernador cuando las niñas fueron obligadas a permanecer en el GGSS durante la noche, a pesar de que  las instruciones  las autoridades federales exigen que todos los estudiantes realicen estos exámenes “en lugares seguros” en la capital del estado. 

Un fracaso decidido 

Independientemente de si las entonces autoridades del estado de Borno fueron o son cómplices, no hay duda de que las autoridades federales nigerianas pasadas y actuales han fracasado rotundamente, no sólo en cumplir sus promesas de rescatar a todas las niñas de Chibok, sino también en proteger a miles como ellas que han sido secuestradas por terroristas durante la última década. 

La situación de seguridad en el país se ha deteriorado hasta el punto de que Nigeria se encuentra ahora al borde del precipicio como  estado fallido, mientras grupos terroristas como Boko Haram, Ansaru, filial de Al Qaeda, la Provincia de África Occidental del Estado Islámico (ISWAP) y una milicia compuesta por miembros del grupo étnico Fulani, continúan llevando a cabo ataques horrendos -incluidos secuestros masivos para pedir rescate- contra personas no musulmanas vulnerables en comunidades de todo el norte y centro del país, y cada vez más hacia el sur. La anarquía desenfrenada ha mutado y ahora afecta a las comunidades musulmanas hausa en el noroeste de una manera igualmente atroz. 

Los ataques son implacables. Por ejemplo, antes de los secuestros de Kuriga, 17 personas fueron secuestradas por la milicia Fulani, en Goningora, en el área del gobierno local de Kajuru (LGA) del estado de Kaduna, el 28 de febrero. 

Días antes de que los estudiantes fueran secuestrados, alrededor de 200 mujeres y niñas fueron secuestradas el 4 de marzo por terroristas de Boko Haram tras ataques contra tres campamentos de personas desplazadas internamente (PDI) en la ciudad de Ngala, en el estado de Borno. Esa misma semana, el 10 de marzo, 15 alumnos coránicos fueron secuestrados en un allanamiento al amanecer en las instalaciones de su escuela en la aldea de Gidan Bakuso, estado de Sokoto. Fueron liberados 13 días después. Dos días después de ese secuestro, el 12 de marzo, milicianos secuestraron a 61 personas de la comunidad de Buda en Kajuru LGA, estado de Kaduna. El 16 de marzo, 14 mujeres fueron secuestradas en Dogon Noma, en Kajuru, mientras que el 17 de marzo, 87 personas fueron secuestradas en la comunidad de la estación de Kajuru,  incluyendo a menores y bebés. 

También el 17 de marzo, y con noticias más alentadoras, terroristas liberaron nueve de los 21 estudiantes que fueron secuestrados en la Universidad de Gusau en el estado de Zamfara en septiembre de 2023 después de pasar 178 días en cautiverio. Sin embargo, los 12 restantes aún están desaparecidos. 

Este es un breve vistazo de una situación que se ha convertido en la realidad casi diaria para las comunidades de Nigeria, que han quedado vulnerables a ataques violentos y secuestros para pedir rescate, por parte de grupos terroristas durante más de una década. La respuesta de los sucesivos gobiernos hasta ahora ha sido totalmente inadecuada. 

La actual administración federal debe ser mucho más proactiva a la hora de abordar la crítica situación de seguridad. Debe garantizar que las fuerzas armadas cuenten con recursos suficientes (y mandato) para hacer frente a cada insurgencia; debe cumplir sus promesas de liberar a todos los que permanecen en cautiverio terrorista; y, lo que es más importante, debe dar prioridad a la protección de las escuelas y comunidades que han estado privadas de ella durante demasiado tiempo.  

Por el Reverendo Yunusa Nmadu, Director Ejecutivo de CSW-Nigeria