“No lo compraré, China”: El costo de la “Fast Fashion” para las minorías religiosas y étnicas en la región China de Uigur

Una nueva sudadera de algodón llegó a mi casa esta semana, con tres palabras en la etiqueta que hizo que mi mente diera vueltas: ‘Hecho en China’. ¿Pero en qué parte de China? ¿Se hizo en la región de Uigur? ¿Era esta sudadera un producto del trabajo forzado? ¿Yo era parte de este problema; aunque sin saberlo, alimentaba una industria que sabía que estaba arraigada en la difícil situación de las minorías religiosas y étnicas de China?

¿De dónde viene el algodón de China?

China es uno de los mayores productores de algodón del mundo y la mayor parte de su algodón se produce en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang (la región de Uigur), conocida por muchos uigures como “El Turquestán Oriental”. Informes fiables afirman que la región de Uigur produce el 84% de la producción de algodón de China, y es el principal proveedor y exportador de algodón de prendas de vestir y productos textiles a las fábricas chinas e internacionalmente.[1] La Coalición para Poner Fin al Trabajo Forzoso de Uigur cree que el 20% del algodón del mundo proviene de la región de Uigur.

Absolutamente sin ninguna misericordia

La región de Uigur también es el hogar de los llamados “campos de reeducación” del Partido Comunista Chino (PCC). El PCC alega que estos “campamentos” se centran en el estudio de la desradicalización, los conocimientos jurídicos y las competencias profesionales y de idiomas, con el objetivo de combatir el terrorismo.

En realidad, en los campamentos es donde entre uno y tres millones de uigures, kazajos y miembros de otros grupos étnicos predominantemente musulmanes han sido detenidos sin cargos desde el 2017. Los detenidos sufren golpes, privación del sueño, medicación forzada y confinamiento solitario. Las condiciones en los campamentos son peligrosamente insalubres y son sobrepobladas.

Si bien parece ser que las etnias son el factor más importante que vincula las detenciones, no todos los detenidos son musulmanes, también hay un elemento religioso significativo. Los testigos han informado que los detenidos dentro de los campamentos están obligados a renunciar al Islam y deben prometer no seguir la religión. Los detenidos también han sido forzados a comer carne de cerdo o beber alcohol, en contra de sus creencias religiosas.

Hay una gran cantidad de pruebas de que estas detenciones siguen sucediendo. Los reportes incluyen testimonios de testigos y familiares de víctimas, investigación académica, imágenes satelitales y documentos gubernamentales filtrados. En noviembre de 2019, el New York Times reveló que recibió más de 400 páginas de documentos filtrados del PCC que proporcionaban más pruebas de una represión inmensa y brutal, resumidas en palabras del propio líder de China, Xi Jinping, como “absolutamente sin ninguna misericordia”.

De los “campos de reeducación” a las fábricas

Muchos de los que han sido liberados de los “campos de reeducación” son enviados a trabajar en fábricas de ropa de la región y en toda China, las cuales abastecen a marcas chinas y occidentales.

Gulzira Auelkhan, una mujer kazaja que anteriormente fue detenida en un campo de internamiento y luego sometida a trabajos forzados en una fábrica, dijo: “La fábrica de ropa no era diferente del campo de reeducación. Había policías, cámaras, no podías ir a ningún lado”. También hay informes fiables, de que en algunos casos, las fábricas están en los mismos recintos que los campamentos.

La complicidad y responsabilidad de los comercios

Investigaciones e informes fiables han vinculado a docenas de marcas de ropa y minoristas con casos específicos de trabajo forzado de Uigur, desde Nike hasta Ikea, M&S y Zara. Si bien estas marcas han sido nombradas, prácticamente toda la industria de la confección está potencialmente contaminada por el trabajo forzoso de Uigur y otros grupos étnicos debido a la cantidad de algodón que China obtiene de la región de Uigur.

Corresponde a cada corporación asegurarse de que no están implicados en el abuso sobre estas personas por parte del gobierno chino y en las violaciones resultantes del derecho local e internacional.  Algunas de las marcas nombradas han respondido desde entonces, prometiendo investigar sus cadenas de suministro y reiterando su compromiso de no utilizar el trabajo forzoso, pero muchas más necesitan seguir su ejemplo.

Un llamado a la acción

Más de 180 organizaciones de todo el mundo, incluidos los grupos de derechos uigures, las organizaciones de la sociedad civil y los sindicatos piden ahora a las marcas y a los comercios que asuman la responsabilidad de su posible complicidad, instándolos a firmar un “compromiso de marca” elaborado por la Coalición para Poner Fin al Trabajo Forzoso de Uigur. Este compromiso hará que las corporaciones sean responsables de cortar todos los lazos con los proveedores implicados en el trabajo forzoso y poner fin a todo el abastecimiento de la región de Uigur, desde el algodón hasta las prendas terminadas, dentro de los doce meses siguientes a la firma. 

Las corporaciones que se han retirado de la región de Uigur envían un mensaje claro al gobierno chino de que seguir violando los derechos humanos tendrá un costo alto. El costo de la “Fast Fashion” para las minorías étnicas y religiosas es demasiado alto para que los comercios se hagan de la vista gorda, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.

Por Emily, Asistente de Campañas de CSW

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Imagen: Badiucao


[1] L. Han, D. Wong, A. Dewell, A. Chen (2019): The Fabric Full of Lies: A report on forced and prison labour in Xinjiang, China and the nexus to global supply chains, Citizen Power Initiatives for China, Monograph Series Book 2, Citizen Press, pág. 13.