Por Benedict Rogers
Corea del Norte está gobernada por el régimen más represivo y brutal del mundo, el cual no permite ninguna libertad, y viola cada uno de los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos todos los días. También es la nación más cerrada del mundo, extremadamente difícil de entrar o salir. Aquellos que lo hacen, como yo lo he hecho una vez, son estrechamente vigilados y controlados, mientras que los que tratan de salir del país sin permiso se enfrentan a prisión, tortura e incluso ejecución si son capturados.
La pandemia COVID-19 ha servido para endurecer aún más las restricciones al acceso. Al igual que muchos países que se preocupan por el coronavirus, Corea del Norte ha cerrado sus fronteras. La embajada de Gran Bretaña en la Ciudad de Pyongyang está cerrada desde el 27 de mayo, el Embajador Colin Crooks expreso en su cuenta de Twitter: “Trabajando desde Londres a la espera de mi regreso a Pyongyang”. Y la semana pasada, el régimen norcoreano advirtió a sus ciudadanos que se deben quedarse en el interior de sus casas por temor a que un “polvo amarillo” que soplara desde China pudiera traer coronavirus con él. El llamado “Reino hermético” se ha convertido en la nación “herméticamente cerrada”.
Y sin embargo, esto ofrece una rara oportunidad para salvar vidas, porque debido a las restricciones debido al COVID-19, Corea del Norte ha dicho a China que no recibirá la repatriación de los fugitivos norcoreanos. En tiempos normales, China tiene una política de retorno a la fuerza de los norcoreanos que escapan a través de su frontera, enviándolos de vuelta a la prisión de ciertas torturas, detenciones y, en algunos casos, ejecución, en flagrante violación del principio internacional de “no devolución”. Ahora, el régimen de Kim Jong-Un dice, que no los recibirá.
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